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EL GRAN GOBERNANTE

Por Paula Carpena Ávila

Hace más de un año nos levantamos con la noticia de que Donald Trump había sido elegido presidente del país más poderoso del planeta. En principio, para muchos fue algo inesperado y para otros algo catastrófico por las ideas que había desarrollado y expuesto a lo largo de su campaña electoral. Nos encontramos con un futuro incierto, lleno de dudas e incertidumbres  para algunos, para otros miedo a ser deportados, simplemente, por ser inmigrantes ilegales procedentes de otro país cercano con el que prometió separarse con un muro infranqueable que ellos mismos deberían pagar.
Un año después del nombramiento del presidente y teniendo en cuenta que hablamos del tradicionalmente conocido como “país de las oportunidades”, donde un ciudadano puede conseguir lo que se proponga, me planteo si cualquier persona puede ser presidente de un país tan poderoso o, en cualquier caso, tan solo de un país.
De entrada, me pregunto por qué en EEUU  para ser candidato a la presidencia  solo se exige haber nacido en el país, haber vivido 14 años en él y ser mayor de 35 años. Es algo indudable que un candidato a la presidencia de un país debe tener una formación adecuada además de una trayectoria que sirva de garantía para desarrollar su labor, sin embargo esto no se cumple en la mayoría de los casos, cuando sabemos que la experiencia y la  formación son las armas del buen gobernante.

La sociedad actual vive en un estado de manipulación condescendiente, por lo que tolera unos niveles de corrupción insospechados y solo se une para manifestarse cuando se llega a limites en los que se puede perder el bienestar social, esto lo vivimos cuando se produjeron las movilizaciones del 15 M en España, en las que se pedía a gritos un cambio en la política española. Todo esto me hace ver más claramente si cabe,  que los gobernantes adecuados  son el pilar fundamental de una sociedad democrática.
Es bien cierto, que en España la realidad que conocemos es la de una democracia que nos da la oportunidad de votar cada cuatro años a unos candidatos impuestos por sus propios partidos, sin ninguna certeza ética de que sea el mejor candidato para el pueblo, si no el mejor candidato para el propio partido y esto hace que el pueblo español sea esclavo de nuestra  democracia. Sería necesaria una reforma profunda en la que se exigiera unas condiciones básicas de formación, honestidad, conocimiento y compromiso a todos los niveles del entramado político.

“A menos que los filósofos reinen en los Estados, o los que ahora son llamados reyes y gobernantes filosofen de modo genuino y adecuado, y que coincidan en una misma persona el poder político y la filosofía, (…) no habrá fin de los males para los Estados ni para el género humano” con estas acertadas palabras de Platón queda definido que el buen gobernante será aquel que adquiera una formación filosófica y la refleje en su política, algo que actualmente es una utopía, pero que debería ser nuestra meta para un futuro mejor.

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